Es la ciudad donde el pulso mantiene su calor sin bajar la guardia y el aliento del hombre tiene su registro al final del día; donde algunos enfrentan sus miradas hasta tocarse (con el respectivo placer de la complicidad). En un mismo instante, la indiferencia genera necesidad. Es la ciudad de TODOS, donde se decide ser visible cuando el apego al paisaje material es un acto irrenunciable.
El urbano que la habita vive sobre un columpio... va y regresa con lentitud perezosa, o empujado con una fuerza que lo eleva hasta tocar la cumbre.
Esta noche estoy sobre aquel columpio, observando la ciudad desde lo alto, sin apuro. No deseo detenerme. El balanceo llena mi memoria con ideas que estoy segura también les pertenecen. Nada me detiene.